La Leyenda de Keivin
(Leyendo á Claretie).
El viejo monje San Keivin oraba
extendidas las manos, y su frente,
que al cielo levantaba,
con sus cálidos ósculos quemaba
del áureo sol la llamarada ardiente.
En tal postura se quedó dormido,
y del monje al mirar el puño abierto,
hizo una golondrina en él su nido,
lo mismo que en los árboles del huerto …
Al despertarse el monje, vio que el ave
sus blancos huevecillos empollaba,
fijando en él sus ojos, dulce y grave,
ojos con que al mirar lo acariciaba.
He aquí porqué razón, Keivin se inclina
y sus brazos extiende sin recelos,
hasta que la parlera golondrina
hubo sacado todos sus hijuelos .....
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